viernes, 30 de junio de 2017

IGLESIA DE LOS SANTOS JUSTO Y PASTOR DE SEGOVIA



      La iglesia de los Santos Justo y Pastor debe su nombre a los dos mártires hispanorromanos ejecutados en Alcalá de Henares en el 304 durante las persecuciones de Diocleciano,  cuyos restos fueron trasladados a Huesca por san Úrbez, primero a Nocito y luego a San Pedro el Viejo. Antes de edificarse este templo una pequeña ermita en el mismo lugar albergaba el Cristo de los Gascones, que en la actualidad se guarda en una capilla barroca añadida al ala Norte. Un testamento del archivo catedralicio ya constata su existencia en 1120. Tras la repoblación se construyeron muchas iglesias extramuros de la ciudad. Este lugar conocido como el Cerrillo era el barrio de los fabricantes de paños.

Iglesia de los Santos Justo y Pastor



      Declarada Monumento Histórico Artístico en los años 90, el descubrimiento de sus pinturas ha propiciado su reconocimiento como una de las maravillas  del Románico segoviano, cuya imponente torre destaca tras el Acueducto, en dirección Oeste. Fue construida en mampostería de granito e hiladas de ladrillo o verdugadas, que recuerdan el modo de trabajar de los constructores romanos.  En origen constaba de una sola nave, presbiterio y ábside semicircular.

      El ábside apenas luce decoración, salvo algunos canecillos en las cornisas laterales y una ventana central muy austera. La escasa altura de éste en comparación con la nave ha permitido la apertura de otra ventana en el muro oriental.

      La torre se parece a las de Santa Eulalia y San Salvador pero es la mejor conservada: el cuerpo inferior macizo y de mampostería, los otros dos con arcos de medio punto en cada cara y uno superior de factura más tardía. Los capiteles se han erosionado bastante pero aún es posible distinguir figuras zoomórficas, combates y un extraño personaje con serpientes en torno a su cabeza.

 
Torre

      La portada occidental típicamente segoviana consta de tres arquivoltas con decoración vegetal  las exteriores y baquetón la central, que descansa sobre columnas con capiteles vegetales delicadamente labrados, el septentrional y dos sirenas-pájaro, el meridional. Sobre ella un ventanal con columnas y capiteles. Los dos óculos laterales son posteriores.

      Al entrar abren dos vanos al lado del Evangelio, el primero amplio y apuntado comunica con la capilla del XVII que cobija la urna del Cristo de los Gascones, talla articulada del siglo XII que escenificaba el descendimiento de la Cruz en la liturgia de la Semana Santa. 

     A continuación, una pequeña portada con un extraordinario tímpano permite el paso a la torre; en tal estancia se guardaba antiguamente el mencionado Cristo. Al igual que ocurrió con las pinturas murales ocultas del ábside, esta portada se hallaba tapiada, pero afortunadamente pudo recuperarse pues su magnífica escultura incluso conserva restos de policromía original. Guardapolvo de ajedrezado jaqués y arquivolta de preciosos motivos vegetales y geométricos ciñen la enigmática escena del tímpano que protagonizan cinco figuras magníficamente esculpidas cuya expresividad resalta aún más por sus pupilas horadadas: un personaje mitrado a la izquierda sentado en su cátedra, tres figuras femeninas que portan redomas, la tercera de ellas con distinta vestimenta y corona flordelisada y un ángel turiferario que inciensa un altar con una cruz protegida por un arco de herradura.

Escena del tímpano


      El simbolismo de esta escena continúa causando controversia, aunque indudablemente ensalza el motivo de la Cruz. Podría tratarse de santa Elena, madre del emperador, Constantino, en el momento de hallar la Vera Cruz, siendo el obispo, Macario de Jerusalén, el personaje mitrado, aunque existen otras interpretaciones que identifican a las tres mujeres con las tres Marías ante el sepulcro de Cristo. Al comunicar esta portada con la capilla que albergaba el Cristo de los Gascones, la escena de la visita al sepulcro encajaría plenamente en este lugar. En el nº 9 de la revista Románico, Diciembre de 2009, Julio González Montañés, escribe un muy interesante artículo sobre este tema: “El tímpano de San Justo de Segovia y la Visitatio Sepulchri”.

      Al lado de la Epístola, otra portada sólo visible desde este lugar al hallarse oculta al exterior por una capilla moderna que es posible que sustituyese a una galería porticada que llegaría hasta el muro de Poniente, pues aún son visibles algunas ménsulas que debieron sustentar la techumbre. Esta capilla alberga la pila bautismal del templo.

      Esta sencilla iglesia levantada por artesanos locales cristianos o mudéjares debe su fama al descubrimiento en 1963 de su extraordinaria decoración pictórica del último tercio del siglo XII cuando se limpiaba y restauraba el ábside. Cubre parte de los tramos rectos del presbiterio, el hemiciclo y la bóveda de  cuarto de esfera y cañón.

      En primer plano Cristo en Majestad según el Apocalipsis de san Juan, al estilo siríaco con pelo largo y barba, que bendice con la mano derecha y porta el Libro de la Vida en la izquierda. Los veinticuatro ancianos del Apocalipsis rodean la mandorla y en las esquinas los símbolos del Tetramorfos: san Mateo (ángel), san Juan (águila), san Lucas (buey) y san Marcos (león).

Pinturas románicas


      Bajo la escena anterior la Crucifixión y el Descendimiento, aunque más deterioradas estas pinturas y carentes de algún fragmento impresionan por su gran detallismo. Además de María y san Juan Evangelista, aparece Longinos clavando la lanza en el costado de Cristo y otro soldado que le acerca la esponja con vinagre. El artista deja escrita bajo el ala del ángel izquierdo una desconcertante frase: “Non poteo facere pinturas”.

      Sobre la bóveda de cañón una Agnus Dei sujeto por dos ángeles en magnífico escorzo. Dos escenas flanquean al Cordero pero no ha sido posible identificar con seguridad su significado. Una de ellas podría representar el Milagro de san Gil, relato de la leyenda Dorada que narra cómo el emperador, Carlomagno, ocultó bajo un cáliz eucarístico una nota con la confesión de sus pecados. Durante la misa celebrada por san Gil el papel quedó en blanco, señal de que había sido perdonado por Dios.

      La Última Cena y el Prendimiento de Cristo sobresalen a su vez no tanto por la calidad técnica como por el lujoso despliegue de detalles, donde no podía faltar la agresión de Pedro al soldado, Malco, sin duda obras maestras del arte Románico español.

      Un segundo pintor decora el arco triunfal con escenas del Génesis, como el pecado original de Adán y Eva, creación de las aves y los peces, Caín y Abel…
 
Texto y fotografías: Cristina Sánchez. Gijón

Net::
-http://www.arteguias.com/iglesia/santosjustopastorsegovia.htm

-Románicoaragonés: http://www.arquivoltas.com/26-segovia/01-SegoviaSanJusto1.htm (Antonio García Omedes)



Bibliografía

-Enciclopedia del Románico (Fundación Sta. María la Real).

martes, 27 de junio de 2017

LOS CANTEROS DE LA ÉPOCA ROMÁNICA



      Al no existir documento alguno que informe sobre la manera de construir edificios religiosos  y civiles en la Alta Edad Media ni en la época Románica (s. XI-XII), los historiadores y especialistas del mundo del arte tienen que echar mano de las ilustraciones de códices, de crónicas… y, en sobremanera, de hipótesis.

      El monje cluniacense, Raoul Glaver, es el autor de una obra en la que narra –de forma periodística- la angustia y el terror del apocalíptico año Mil.  Incluye un párrafo muy importante. Dice así: “Transcurridos tres años del cambio de milenio la Europa cristiana conoce un periodo de desarrollo económico. Es el momento de reedificar los edificios de las iglesias. Aunque la mayor parte, bien construidos,  una verdadera emulación empujaba a cada comunidad cristiana a tener uno más suntuoso que el de los vecinos. Se hubiera dicho que el mismo mundo se sacudía para despojar su vetustez y revestirlo de un manto blanco  de iglesias.”

Taller a pie de obra
  
  
      Desde el año 900 hasta 1050 comienza un desarrollo económico en toda Europa debido a la elevación de la temperatura -dos grados-, con que favoreció el cultivo de cereales y se multiplicaron las cosechas.  Al haber dinero se declara en toda la cristiandad occidental la fiebre de erigir iglesias bajo el patronazgo de abades, obispos y nobles. Fue necesario, por tanto, formar a los operarios de la construcción, principalmente canteros y albañiles. Tras el debacle del Imperio Romano la piedra había desaparecido en la construcción de todo tipo de edificios, y, por lo tanto,  fue reemplazada por la madera.

      Aquella labor de enseñar recayó, en un principio, en los monjes cluniacenses, que en los monaterios instalaron importantes escuelas de constructores, dirigidos por los llamados maestros de obra, cargo asimilable a los arquitectos actuales. También existía el maestro de canteros (doctor lathomorum), que  supervisaba todo lo relacionado con su oficio.

      Con el tiempo los canteros  –agrupados ya en gremios-,  se independizan de los monasterios y comienzan a viajar, llegando a ponerse en contacto con otros talleres, especialmente los de Borgoña,  incluso. con los alarifes árabes. Consistirá en un intercambio de ideas y conocer no sólo nuevas técnicas de edificación, sino también nuevos utensilios y las modernas máquinas elevadoras. 

Elevadores para izar sillares

      Hay signos lapidarios tallados en los sillares de muchas iglesias que son el sello identitario de un taller determinado, como el cuadrado cruzado de un cuadrifolio o el laberinto y el pentágono estrellado. Para poseer el sello de una manera individual los componentes del taller tenían que pasar por diferentes grados de la profesión: aprendiz, oficial y, finalmente, maestro. Además, sus conocimientos eran secretos y sólo se transmitían entre los miembros de un mismo gremio. Por ejemplo, los canteros cántabros trasmeranos utilizaban para comunicarse entre sí una jerga llamada “la pantoja” y  los de Asturias: la “xiriga”. 

Simulación de un taller románico

      Hasta hace no mucho la vida normal de los obreros era muy similar a de la época románica. Habitualmente, trabajaban, comían y descansaban a pie de obra. Otras veces lo hacían en lugares permanentes, donde realizaban sus tareas un número indeterminado de obreros, que, en la mayoría de los casos, no sobrepasaban la veintena.

      Los avances de los talleres dependían de los medios de su profesión, es decir, las herramientas y las máquinas. Otro elemento a considerar de manera especial consistía en la materia prima: la escasez o la abundancia de los materiales como la piedra, la madera y los metales.  Acarrearlos suponía un gran esfuerzo y un gasto oneroso, ya que se utilizaban, en la mayoria de las veces canales de agua construidos para tal fin.

Utilización de la polea

      Será a partir del año 1030 cuando se observa una mejora cualitativa de los artesanos locales de la construcción. Surge  la técnica de colocar sillares en hiladas "a soga y tizón", que se iría perfeccionando al paso del tiempo. Con ello los canteros se deshacen de la idea de que las piedras tenían un carácter sagrado; en un principio las colocaban con el mayor tamaño posible. La labra y colocación de los bloques pétreos era sincrónica, quiere decir que se tallaban en el mismo lugar de trabajo. Por lo tanto, esta manera de trabajar sólo se podía realizar en la época de buen tiempo. La presencia del maestro era fundamental. Él tenía a su disposición los instrumentos específicos de su profesión:  el compás de suelo, las cuerdas, la larga mira y el hierro angular.

Construcción de laTorre de Babel de la Crónica universal de Rudolf von Ems (1360)

      Con el tiempo la utilización de las máquinas elevadoras se consideró una revolución. El empleo de la polea para izar todo tipo de materisl, lo mismo que el molino de agua para serrar, batanear y martillear. Los avances suponían una reducción del tiempo de la obra y una mejora de las condiciones laborables de los albañiles y peones.  

      Finalmente, un elemento primordial no fue otro que el dinero. La erección de muchas iglesias se alargó en el tiempo debido a la carencia de recursos económicos. Es el caso de la Catedral de Santiago de Compostela, que según cuenta el Libro V del Códice Calixtino, se colocó la primera piedra en el año 1075 y se acabó en 1211.  Como bien dice Wanke: “El dinero constituía la energía principal que propulsaba la escala de la construcción más allá del horizonte local y hacía posible un nivel suprarregional.”

Texto y fotografías: Javier Pelaz

Bibliografía:
“El Pórtico de la Gloria”. Ramón Izquierdo Perrín. EDILESA
“Initiation à la symbolique romane”. M. M. Davy. FLAMMARION, 1977
“Los Talleres de Arquitectura en la Edad Media. Actividad constructiva en la Edad Media: Estructura y Evolución”. Dieter Kimpel. MOLEIRO EDITOR S.A.
"L´Europe est-ell née au Moyen Âge?" Jacques Le Goff. Éditions du Seuil. 2003 
"Firmado en la Piedra". Juan Luis Puente López. EDILESA