sábado, 12 de noviembre de 2016

ANÁLISIS HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA IGLESIA ROMÁNICA DE SANTA EULALIA DE ABAMIA



      La iglesia de Santa Eulalia de Abamia se ubica en el pueblo de Corao perteneciente al Concejo de Cangas de Onís, enclave del Oriente astur de gran trascendencia histórica al inicio de la Reconquista. En el año 1962 fue declarada Monumento Histórico-Artístico, aunque tal reconocimiento no evitó su progresivo deterioro hasta época reciente en que se acometió una restauración que originó serias polémicas.

      La construcción actual data de los siglos XII y XIII, con modificaciones posteriores. Según la tradición el rey, don Pelayo, fundó o reedificó la iglesia y aquí fue enterrado junto a su esposa, Gaudiosa, tal como relatan las crónicas medievales. En época de Alfonso X el Sabio los cuerpos son trasladados a Covadonga, hoy la Santa Cueva. Los restos de Roberto Frassinelli y Burnitz, conocido como el "alemán de Corao" y autor del diseño de la Basílica neorrománica de Covadonga, además de arqueólogo, naturalista y bibliófilo, también reposan aquí desde 1877. 

      Tejos centenarios de colosal envergadura señalan el carácter sagrado otorgado desde siempre a este lugar, aspecto que se transmuta en claras sensaciones de bienestar y placidez como a buen seguro atestigua cualquier viajero, caminante o alpinista que recorra caminos o escale sus cumbres de dos mil quinientos metros de altitud, formidables moles de caliza cuya extraordinaria geología se aprecia sin más que subir la carretera de los Lagos desde Covadonga, vertiginoso viaje de once kilómetros que permite contemplar desde lo alto el Santuario de Covadonga y el mar Cantábrico casi a vista de pájaro desde el mirador de la Reina.

      Una necrópolis megalítica ocupaba el solar  a escasos metros de Santa Eulalia de Abamia. Un dolmen descubierto en 1833, conservaba tres ortostatos y la cobertera. Se hallaron en el lugar cráneos humanos, hachas de piedra pulimentada y otros objetos. A la cámara funeraria pertenecería igualmente la “llosa de Abamia”, un ortostato con un conjunto de grabados esquemáticos donada por Frassinelli al Museo Arqueológico Nacional en 1868. Las estelas de origen romano-vadiniense halladas a lo largo de los siglos ponen de manifiesto la costumbre de cristianizar antiguos espacios de cultos paganos.



      Otro ejemplo de antiguo culto pagano relacionado con una estructura megalítica lo hallamos en la cercana Cangas de Onís: la cripta de la capilla de la Santa Cruz cobija un inesperado elemento: un dolmen de 3.000 años de antigüedad cuya cámara sepulcral muestra grabados y pinturas rupestres. El edificio actual es una peculiar reconstrucción de 1951 del edificio original, destruido durante la Guerra Civil y consagrado a finales del siglo VIII por el rey, Favila de Asturias, segundo rey de la monarquía asturiana e hijo de Pelayo, por lo que se considera que fue la primera iglesia cristiana construida tras la invasión musulmana. La lápida fundacional lamentablemente ha desaparecido y se conoce gracias a los calcos y transcripciones realizados por Roberto Frassinelli para la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Oviedo creada em 1844. La fecha de consagración es 737 aunque la inscripción RESURGIT EX PRECEPTIS DIVINIS HEC MACINA SACRA…” sugiere la existencia de una iglesia anterior a Favila según algunos autores, aunque no existen registros arqueológicos.

      Corao, a orillas del río Güeña, ofrece vistosos ejemplos de arquitectura tradicional como la casa de Frassinelli, o el palacio de Noriega, del siglo XVII. Desde Santa Eulalia de Abamia el camino conocido como "Senda de Frassinelli" continúa 15 km. hasta los Lagos Enol y Ercina  recorriendo un paisaje que cautiva por su extraordinaria belleza. Él mismo lo recorría con frecuencia y coincide también con las vías de acceso del ganado desde el valle del Güeña hasta Comeya y el entorno de los Lagos de Covadonga.

       En 1904 ante el peligro de ruina el culto se traslada a Corao. La bóveda hundida no se restaura hasta 1977. Se conservan en el interior las laudas sepulcrales de Pelayo y su esposa, ésta del siglo XVIII, y pinturas murales con escenas bíblicas. El ábside original fue sustituido en el siglo XV por la capilla cuadrada actual y la ventana de tracería gótica. La portada sur, del XII, narra alguna escena del Juicio Final, la apertura de los sepulcros y la Resurreción de los muertos; en la arquivolta izquierda y en la derecha los suplicios de los condenados. El capitel imposta de la derecha -según la tradición popular- representa al obispo don Oppas, arrastrado de los cabellos por un demonio al querer convencer a Pelayo de que se rindiese al ejército musulmán.



      Un dato curioso sobre la portada meridional es que en Asturias no existe figuración antropomorfa en las portadas del XII, un caso excepcional es San Juan Bautista de Corias, en Cangas del Narcea, del que apenas quedan restos de época románica, salvo unas dovelas con figuras de monjes sedentes que se guardan en una colección privada, y esta misma iglesia de Abamia más tardía y cuyas figuras se adaptan a las arquivoltas longitudinalmente ya al modo gótico.



      Una primera mención a este templo la hallamos en la Crónica Sebastianense o de Alfonso III, la cual se refiere a Santa Eulalia de Velanio como lugar de enterramiento del rey Pelayo y de su esposa Gaudiosa: "Pelagius post nonum decimum regni sui annum completum, propria morte decessit et sepultus cum uxore sua Gaudiosa Regina territorio Cangas in Ecclesia Sanctae Eulaliae de Velanio fuit. Era DCCLXXV", que traducido puede leerse: "Pelayo, tras diecinueve años de reinado, falleció de muerte natural y fue enterrado junto con su esposa la reina Gaudiosa en el territorio de Cangas, en la iglesia de Santa Eulalia de Velanio. Año 775" (año 737 de nuestra era). A partir de los siglos X-XI aparecen numerosas referencias a Santa Eulalia de Abamia como una de las parroquias de Cangas de Onís  y ya en el siglo XVI el cronista de Felipe II, Ambrosio de Morales realiza un estudio detalladísimo del templo.
La advocación del templo, Santa Eulalia, no es extraña para los monarcas del incipente reino asturiano pues se trataba de una figura a la que guardaban gran devoción.

Texto y fotos: Cristina Sánchez. Gijón 
 
Bibliografía:

El Románico en Asturias. Soledad Martínez Álvarez. Ed. Trea.

Enciclopedia del Románico. Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo
  
Internet



 

ANÁLISIS HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA IGLESIA ROMÁNICA DE SAN ESTEBAN DE SOS DEL REY CATÓLICO



      La villa de Sos del Rey Católico forma parte de las “Cinco Villas” de Aragón, al norte de la provincia de Zaragoza. En el palacio de Sada nace Fernando el Católico, el 10 de marzo de 1452. En el promontorio más septentrional de la población, grandiosa atalaya sobre el río Aragón, construye Sancho Garcés II su fortificación en 970 tras arrebatársela a los árabes. Sancho Garcés III “el Mayor” la amplió en 1012. Actualmente lo mejor conservado es la torre del homenaje construida entre 1134 y 1137 por el rey aragonés, Ramiro II “el Monje”. Como enclave de frontera entre reinos Sos ha sido también escenario de escaramuzas entre reyes cristianos. Ramiro I, primer rey aragonés lo incorpora a su reino para enfrentarse a Navarra.

      En 1094 el obispo de Santiago de Compostela, Diego Peláez, desterrado por el rey castellano, Alfonso VI, se refugia en Aragón acogido por Sancho Ramírez, rey de aragoneses y navarros; le acompaña el maestro-constructor, Esteban. En 1134 tras la subida al trono del rey, Ramiro II "el Monje", García IV Ramírez “El Restaurador” asume el trono de Navarra.

      La insólita ubicación de la iglesia de San Esteban en lo alto de tan colosal escarpadura no es ajena a la consideración de este templo románico como uno de los más espectaculares de la provincia zaragozana. Desde la lejanía los 30 metros de caída de sus ábsides bien orientados impactan enormemente al visitante que se acerca.



      La estructura doble de esta construcción con una iglesia inferior sobre la que reposa otra superior de tres naves, tiene gran influencia en este territorio de frontera navarro-aragonesa: San Salvador de Leire y San Salvador de Murillo de Gállego. Loarre y San Martín de Unx repiten esta disposición de iglesia doble aunque de una sola nave éstas últimas.

      El Cartoral de la iglesia de San Esteban aporta documentos hasta el año 1129, aunque habiendo desaparecido sólo se conserva una transcripción elaborada en los años 20 del siglo pasado. Como testimonio de su importancia entre los siglos XI y XIII aportan datos asimismo los archivos reales de Aragón y Navarra, el diocesano de Pamplona, del monasterio de Leire y el Cartulario de Santa María de Uncastillo.
En las inscripciones epigráficas también se hallan datos valiosos en cuanto a la historia y datación de los edificios. En la galería. desde la que se accede a la cripta o iglesia baja, está escrito el nombre de STEFANIAsobre una cruz inscrita en un disco lo mismo que un rótulo de identificación en una figura de las jambas de la portada de la iglesia superior. Posiblemente se trata de la reina Estefanía, esposa de García el de Nájera, hijo de Sancho el Mayor, como promotora o colaboradora en la construcción del templo y, aunque no exista referencia documental que lo acredite de modo fehaciente, la tradición medieval en casos como éste puede sustentarse sobre hechos históricos. De todos modos en el edificio no existe vestigio de ningún tipo que nos remita a mediados del siglo XI.


      Otra epigrafía bajo el pilar cilíndrico sur de la iglesia baja, fechado por el tipo de letra en el siglo XII, podría señalar el lugar de enterramiento del presbítero, García Fortuniones (1107-1129), y, aunque existe la posibilidad de que se trate de otro personaje de nombre parecido, la relevancia de Fortuniones por su participación en la reconquista del valle del Ebro, por haber formado parte del séquito de obispos y reyes, como alto dignatario de la catedral pamplonesa y uno de los principales promotores de la iglesia de San Esteban, son motivos suficientes para emplazar su sepultura en este lugar.

      El templo se integra en el perímetro defensivo del castillo. El desnivel del terreno propició la disposición mencionada de iglesias superpuestas, ambas de cabecera triabsidial, con pasaje de comunicación y acceso orientado Norte-Sur, la inferior. Las grandes criptas medievales responden a evidentes cuestiones estructurales, pero aprovechando a su vez las seis capillas resultantes de tal disposición para multiplicar las funciones litúrgicas. A su vez al reforzar la plataforma del castillo contribuye a su defensa.

      La iglesia de San Esteban encaja a la perfección en el denominado Románico pleno. La restauración llevada a cabo en la década de los 60 del siglo pasado. Se eliminó retablos barrocos dejando a la vista las bellas arquerías de los ábsides de la iglesia alta, se limpiaron los paramentos, se tallaron algunos capiteles para las arquerías (marcados con la letra R), también se restauró la comunicación interior entre ambas iglesias. En la iglesia baja, dedicada a la Virgen del Perdón, destacan las pinturas murales góticas en dos de sus capillas. La iglesia superior conserva algún vestigio de pintura mural y un coro tardogótico a los pies. Y como ocurre habitualmente en la mayoría de los templos, se reforman en tiempos de bonanza poblacional y económica adosándose nuevas capillas; así en el siglo XVI se amplía el pasaje subterráneo y se construye el pórtico que cobija la portada septentrional.


      El complejo de la abadía existe desde el reinado de Ramiro I (1035-1064). Cuando se toma la decisión de erigir un nuevo templo ha de tenerse en cuenta la orientación además de la topografía del terreno: el muro meridional es continuación de la muralla del castillo, la necesidad de acceder a la fortaleza implica la construcción de un paso por debajo del eje perpendicular de la iglesia y a un nivel superior que la iglesia baja, cuya puerta de entrada se coloca en el interior de este pasadizo, que desemboca al lado norte donde se sitúa la portada de acceso a la iglesia.

      La iglesia de la Virgen del Perdón refuerza al exterior sus ábsides cilíndricos con estribos prismáticos. Unos monumentales pilares cilíndricos de 2,5 metros de diámetro separan las naves irregularmente; aunque parecen sobredimensionados podrían contribuir a la cimentación de los pilares torales de la iglesia superior.
La galería se divide en cinco tramos, el central es el más amplio y en él se encuentra la portada de acceso a la iglesia inferior. Sin necesidad de salir del edificio, en el ángulo suroeste de la nave una escalera de caracol permite acceder al templo superior. Galería e iglesia baja conforman un conjunto propio de las grandes obras maestras del Románico pleno, como las galerías occidentales y el Panteón de San Isidoro de León, con potentes fajones de sección prismática, bóvedas de arista… Dos soberbios capiteles de escultura figurada y la pintura mural gótica del ábside central acentúan la espectacularidad de esta cripta o iglesia de la Virgen del Perdón.  Ambos capiteles sirven de apoyo a los fajones del primer tramo de la nave, enmarcando la capilla central. Las dos columnas van adosadas al muro pero parecen haberse colocado con posterioridad pues sus sillares no encajan con las hiladas del muro, un añadido quizá en relación con los pilares cilíndricos mencionados cuya función no está del todo clara.


      El capitel del lado de la Epístola se compone de dos escenas simétricas aunque con espectaculares variaciones en los detalles. Dos mujeres en cuclillas parecen mesarse los cabellos separadas por una palma lobulada. Apoyan sobre el collarino. Las túnicas muestran pliegues paralelos así como los cabellos ondulan de modo similar, aunque en una es liso y en la otra termina en rizo. Las cenefas de los hombros también varían. Los rasgos de expresión y la decoración del cimacio revelan la soberbia maestría del escultor.

      Al lado del Evangelio dos espléndidos pájaros de gran naturalismo con los cuellos entrelazados se picotean las patas. Las plumas se resuelven individualmente. El cimacio muestra tanto virtuosismo como el anterior. En las esquinas cabezas de animales de cuya boca emergen tallos que finalizan en palmetas. La calidad y gran dureza de la piedra caliza utilizada contribuye a la magnífica calidad de la escultura.

      Uno  de los capiteles de la desaparecida catedral románica de Pamplona, que se conserva en el museo de Navarra, y alguna pieza de Santa María de Uncastillo, guardan cierta semejanza con los capiteles de Sos. Las pistas desembocan claramente en el taller del maestro Esteban, con presencia en varias de las principales construcciones de Navarra edificadas durante el primer cuarto del siglo XII: portada occidental de Leyre y San Nicolás de Sangüesa, iglesia ya desaparecida. La portada pamplonesa se fecha entre 1110 y 1120, como sin duda ha trabajado en Sos al menos uno de los integrantes de este mismo taller, tenemos una aproximación a la fecha en que se trabaja en la iglesia de San Esteban. García Fortuniones, arcediano de la Valdonsella y rector de la iglesia de Sos entre 1107 y 1129 trajo a esta localidad un maestro y un taller capaces de conseguir una construcción diferente a lo que se conocía en Aragón y tan próximo a los centros artísticos del Camino de Santiago desde Pamplona a Santiago pasando por León.


       La portada de la iglesia baja consta de cuatro arquivoltas con capiteles muy sencillos, hojas y bolas, volutas. La arquivolta interior apea sobre montantes cilíndricos, la segunda y cuarta forman una faja cóncava con bolas en chaflán y la tercera lleva un par de columnas acodilladas y gran arquivolta con baquetón central entre nacelas. Una perfecta bóveda de arista cubre este tramo central del pasadizo. En la galería existen otros cuatro capiteles similares a los de esta portada, con copa casi cilíndrica como continuación semicolumna-fajón, bolas angulares o cabezas humanas, y hojas flordelisadas y digitadas, sin collarino ni cimacio. Al igual que las naves de la iglesia baja la galería se articula mediante robustos  fajones doblados. Los paramentos lucen numerosas cruces que evidencian el uso funerario de estas estancias.

      Al final de la galería accedemos a una terraza que comunicaría a su vez con el castillo reedificado en época del reinado de Ramiro II. Se divisa desde este lugar un espléndido panorama de la iglesia alta y la pared oriental del castillo. Una gran escalinata conduce a la portada septentrional del templo, de 26 metros de longitud y 18 de anchura, con tres ábsides, el central más ancho y profundo, crucero no destacado en planta y tres naves de dos tramos. Los muros y soportes se integran a la perfección en la arquitectura de la iglesia inferior.

      Los pilares constan de un núcleo cruciforme con semicolumnas adosadas sobre plintos cilíndricos al modo de Jaca y Santiago de Compostela. El ábside central se divide en tres niveles, y dos los laterales. Una imposta de ajedrezado a 2,5 metros de altura recorre todo el templo. De ella parten los vanos y arquillos ciegos de los hemiciclos absidiales. Los vanos se decoran con celosías pétreas, frecuentes en los siglos XII y XIII, como en Torres del Río y Tudela, y que recuerdan modelos islámicos. En los ábsides laterales una imposta marca el arranque de la bóveda de horno, con retícula taqueada al lado del evangelio y billetes por la epístola.


      Cinco arcos, que apean en columnillas adosadas, decoran los muros del ábside central y otro a cada lado del anteábside, más amplios los que enmarcan las ventanas, y los ciegos más estrechos y peraltados. Los ábsides laterales también se articulan mediante cinco arcos.

      Los capiteles se hallan bastante deteriorados, en parte por la sujeción de los retablos que adornaban cada capilla. Los vegetales se añadieron en la restauración imitando otros de la propia iglesia; se distinguen por la R característica. Comenzando por la capilla mayor, al lado izquierdo el capitel resulta difícil de interpretar debido a su estado: una figura porta una flor de lis y otra parece mostrar animales. En el primero de las dobles columnas cinco animales monstruosos, tal vez dragones con garras sobre el collarino. A la derecha de la ventana central otro con decoración vegetal. Al otro lado una exquisita expulsión de Adán y Eva del Paraíso: un colosal ángel blandiendo una espada y bendiciendo, Adán y Eva nimbados y vestidos de pieles, grandes manos, cabellos largos, ojos con iris incisos, igual que los orificios nasales, la serpiente ocupa el lateral derecho y un joven apoyado en un bastón, el izquierdo. Otro capitel con lucha de guerreros. El último del hemiciclo dos figuras con bastón.
 
      Del ábside del Evangelio sólo dos capiteles son originales: en el segundo, a la izquierda, dos perfectas aves con cuellos entrelazados se picotean las patas tomando como modelo el capitel de la cripta. En el otro capitel conservado sólo pueden distinguirse dos demonios de orejas picudas y alas en las esquinas.

      El ábside de la Epístola conserva dos capiteles: comenzando al lado meridional el segundo luce hojas con bolas o frutos y volutas. El quinto capitel, figurado, enormemente interesante: una serpiente susurra al oído de un personaje que se lleva la mano al cuello con expresión temerosa, un hombre barbado golpea algo con una estaca; en la otra esquina otro personaje sentado con una mano sobre la rodilla y con la otra atacando un monstruo; posiblemente labrado por la misma persona que el capitel de la expulsión del Paraíso.

      Los soportes del templo portan veinticuatro capiteles más. En la cabecera alguno es figurado y vegetales hacia el lado occidental de la iglesia. El toral del lado norte muestra dos figuras sentadas entre tallos a modo de hornacinas. En el toral meridional lucha con leones. Al sur de la capilla de la Epístola el más sobrecogedor: dos diablos alimentan con fuelles los fuegos del infierno, tres calaveras asoman en la caldera.

En la capilla del tramo más oriental de la nave de la Epístola se encuentra una pila bautismal datada en la misma época en que se construye la iglesia. La basa se adorna con arquitos y garras angulares sobre plinto rectangular. La copa, de gran envergadura, tiene forma muy sencilla, pero labrada en profundidad con gallones en el perímetro y ocho pétalos lisos que nacen en la basa.

      Respecto a las bóvedas, las naves laterales se cubren con bóvedas de arcos cruzados, así como el tramo central cuadrado del crucero. Las bóvedas de la nave mayor y los brazos del crucero son de cañón apuntado, lo cual parece un arcaísmo pues para rematar las bóvedas de la nave mayor debían estar finalizadas las laterales, por tanto deben ser construidas con posterioridad a éstas y supuestamente de formas innovadoras, pero no es así, lo que parece indicar que todo el conjunto se realiza en época temprana, además de continuar la construcción con estructuras bien conocidas que aportan seguridad.


      El Cristo del Perdón preside una pequeña capilla en el tramo de los pies bajo el coro, imagen típicamente románica de madera policromada, con cuatro clavos  y serena expresión original de la segunda mitad del siglo XII, quizá la imagen original titular de la parroquia, pues en principio estaba dedicada a El Salvador y San Esteban. Los cabellos muestran la huella de la corona real que portó en un principio.

Un recorrido por el exterior permite contemplar en conjunto el extraordinario alzado, la calidad de sus sillares y la espectacular cimentación sobre el afloramiento rocoso. Una sepultura infantil antropomorfa excavada en la roca y numerosas cruces y dos estelas funerarias recuerdan el uso cementerial del entorno del templo. El tejaroz muestra una interesante colección de canecillos.

      Como punto final al recorrido por el exterior, la monumental portada del último tramo del muro norte, junto al pasadizo. La fuerza del viento y las agresiones sufridas en épocas pasadas han causado estragos en las figuras de las jambas. La parte derecha de las arquivoltas y el tímpano presentan erosiones y desprendimientos, aunque conserva alguna policromía bajo el encalado moderno. El enmarque del vano realizado en época moderna contribuyó seguramente al desencaje de algunas piezas; aunque se ha barajado la posibilidad de que fuera trasladada a este lugar en algún momento, se ha descartado porque no sería posible colocar la portada en otro lugar debido a la propia configuración y situación del edificio, además en lugares relacionados como Loarre, Leire o Murillo de Gállego las portadas se encuentran en esta misma orientación.

      El vano de la portada es muy amplio y de considerable abocinamiento. La erosión no permite apreciar la calidad que en origen lucía la talla. Las tres arquivoltas apean sobre seis estatuas-columna. Entre ellas líneas con decoración vegetal. En el tímpano Maiestas Domini, con Cristo en mandorla bendiciendo y mostrando el Libro de la Vida y, por último, el Tetramorfos.

      Algunas inscripciones permiten identificar los personajes de las columnas; de izquierda a derecha: un mártir con su atributo (la parrilla), quizá san Lorenzo o san Vicente; obispo con mitra y san Juan Evangelista. Al otro lado, junto a la puerta, el rey David, una señora o reina (DONA E[STEFA?] NIA) y san Pelayo. En las aristas otros personajes agrupados de tres en tres de difícil identificación, excepto un san Miguel en lucha con el dragón.

      Las arquivoltas muestran una escena por sillar. La exterior: un dragón alado, grifos, aves explayadas, figuras animales y humanas… Las dos interiores: episodio de la vida de Cristo. La arquivolta intermedia destaca por sus dos imágenes complementarias: mujer con serpiente mordiéndole los pechos, símbolo del pecado y Eva, y al lado Virgen con el Niño. Al otro lado de nuevo María amamantando a Niño, junto a san Miguel. En el resto de dovelas la Visitación, Epifanía…, aunque la identidad de los personajes plantea ciertas dudas debido al mencionado deterioro de la piedra.

      Tres relieves recolocados en los muros del atrio representan a las tres Marías y la Anunciación, a la derecha, y la Epifanía, a la izquierda. Tal vez procedan de los machones laterales de la portada en su origen. Su tamaño superior y estilo naturalista recuerdan a la portada de San Miguel de Estella.

       Los datos que proporcionan los documentos existentes, la epigrafía y los rasgos artísticos permiten elaborar una cronología para la construcción de la abadía. Su patrimonio aparece mencionado a partir de mediados del siglo XI, etapa del inicio de las conquistas cristianas hacia el Sur. En los años 80 del mencionado siglo se conquista Ayerbe y a finales Huesca. Hacia el 1100 se prepararía el terreno, el diseño del proyecto escalonado y se elevarían los ábsides de la iglesia baja. Con las capillas de la iglesia baja, finalizadas, 1115-1120, llega a Sos un nuevo maestro, que ha trabajado en la catedral de Pamplona, sin más detalles concretos se atribuye este modo de trabajar al mencionado “taller del maestro Esteban”.

      El vínculo entre Sos y Pamplona lo establece el arcediano y presbítero, García Fortuniones. En este momento de gran apogeo constructivo se conquistan las grandes ciudades del Valle del Ebro. Las rentas de aquék, el respaldo del obispo de Pamplona y de Alfonso I el Batallador facilitan la financiación de una obra de semejante envergadura tanto en lo constructivo como en la decoración. El plan inicial de la cripta se modifica aportando soluciones típicas de los edificios que jalonan el Camino hispano de Santiago. La conquista de los enclaves islámicos del Sur favorece económicamente estas empresas.

      En 1130 García Fortuniones es enterrado en la cripta. Continúan las obras por el ábside norte de la iglesia alta. Las naves se van rematando durante el segundo tercio del siglo. En el último, es el de los cerramientos de las naves, al modo de los edificios cistercienses próximos como el monasterio de la Oliva, aunque como se ha mencionado el cubrimiento de la bóveda de la nave mayor aún es típica del románico pleno. La portada norte también se realiza en esta etapa avanzada a finales del XII.

Cristina Sánchez. Gijón

Fotografías: Antonio Dabán y Javi Pelaz
Bibliografía:

-Enciclopedia del Románico. Fundación Santa María la Real.

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