viernes, 25 de abril de 2014

El CORDERO, LOS ANCIANOS Y LOS CUATRO VIVIENTES*

 
 
      En la ilustración se trata de Alguien en un trono sentado, rodeado de un arcoiris parecido a la esmeralda y rodeado por veinticuatro Ancianos y el Tetramorfos. El Cordero, que se ve en el centro, está citado en el Apocalípsis (5,6), en donde se dice que está de pie entre el trono, los Ancianos y los Vivientes.
 
      Aparte del hecho de que los Ancianos son aquí someramente reducidos a ocho, toda la representación, como lo deseaba del resto la tradición iconográfica a la que se refiere, sintetiza por geometría espacial precisa y simplificada que, en Juan era visión onírica agitada y continuamente superpuesta.
 
       Esta reducción visual de la riqueza visionaria de un texto pensado de forma literaria y no pictórica, emerge con claridad en la representación de los Cuatro Vivientes, Como se observará, ellos no rienen cuatro alas, como lo requiere el texto de Juan, y son curiosamente colocados sobre una especie de rueda constelada de ojos.

Visión del Cordero, Tetramorfos y Ancianos del "Beato de Fernando I y doña Sancha"

 
      La rueda representa una especie del empobrecimiento de una imagen de la visión de Ezequiel,  a la que se refiere Juan y que Beato cita en el Comentario. La visión de Ezequiel, en que los cuatro animales representan las inteligencias superiores querubínicas, nace de indicaciones mitológicas asirias y se une a una simbología astral. De este modo, la visión de los cuatro engendran una incomprensible sucesión de imágenes: la visión de las cuatro ruedas los acompañan, se superponen la una con la otra; y, sin embargo, van en direcciones opuestas: elementos de un curso celeste, símbolos de constelaciones, tienen también el papel de representar la movilidad espiritual de la Divinidad, exenta de los condicionamientos del lugar. Juan retoma la visión de Ezequiel y no cita las ruedas, pero Beato realiza el empalme, aplastando, por una exégesis reductora, la comprensión simbólica de Ezequiel: las ruedas representan la Santa Escritura, móvil e itinerante en su viaje de difusión de la palabra de Dios.
 
      He aquí, por qué - el miniaturista mozárabe toma modelos anteriores- el animal evangélico, precisamente en tanto como tal reposa sobre ruedas que sugieren también sus movimientos y que aparecen consteladas de ojos.
 
      La estructura circular de la visión, mientras que permite, por una parte, resolver problemas de posición difíciles por la sucesión de imágenes sugeridas por el texto, evoca al mismo tiempo los orígenes de la alegoría.

*"Beato de Liébana. Miniaturas del Beato de Fernando I y doña Sancha (Manuscrito B.N. Madrid. Vit. 14-2). Umberto Eco. Ed. Franco María Ricci. Milán 1983.
 
Traducción: Javier Pelaz
 
 

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