lunes, 10 de febrero de 2014

LE PUY-EN-VELAY, CABECERA DE LA "VIA PODIENSIS"

      En la "Guía del Peregrino Medieval" del monje, Aymeric Picaud, -la más antigua en su género-, incluida en el Codex Calixtinus, se perfilan los cuatro itinerarios, que por tierras galas conducían a los jacquots hacia los Pirineos. Uno de aquéllos es el que se iniciaba en Le Puy-en-Velay, ciudad perteneciente, en la actualidad, al departamento francés de Haute-Loire. El trayecto cruza las localidades señeras de Conques, Figeac, Cahors, Moissac...finalizando en Ostabat, cerca de St.-Jean-Pied-de-Port. Es la llamada Via Podiensis. En la actualidad todo el largo itinerario (supera los 800 km.) está catalogado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

                                             Notre-Dame de Le Puy-en-Velay


      Hace unos veranos me trasladé a la localidad de Le Puy. Mi intención no era otra que realizar a pie la referida Via. Ésta parte de la plaza del Plôt de la ciudad, al igual que lo hacían en el Medievo los peregrinos provenientes en su mayoría de Borgoña, Alemania y Ginebra. Es una tradición que se remonta al año 950, cuando el obispo de la diócesis, Gotescalt, se dirigió como un simple romero a Santiago de Compostela. Algunos estudiosos del tema le consideran como el primero de los franceses en postrarse ante la tumba del Apóstol.
 
      La víspera de mi partida aproveché la ocasión para visitar los monumentos románicos de la ciudad. En primer lugar, destaca la catedral de Notre-Dame, de estilo románico con tintes orientales. Esa afinidad se percibe en la policromía de los sillares -en blanco y negro- de las portadas y vanos de la fachada occidental. En el interior continúa la misma similitud en la cubierta de la nave central con seis cúpulas sobre trompas octogonales.

   
                                                          San Miguel de Aiguille
 
      Me centraré en la descripción -lo más sucinta posible- de lo que aún perdura de estilo románico en un monumento que ha tenido a lo largo de su dilatada historia distintas ampliaciones y restauraciones. La portada principal no resulta llamativa. Está encuadrada por dos sencillas columnas. El interior es de planta basilical. Los muros del porche de For -antesala a la puerta que da acceso a la nave central- relucen las pinturas románicas que representan a santa Catalina de Alejandria y las Santas Mujeres ante el sepulcro. En el lateral opuesto, un fresco, cuyo protagonista es el arcángel san Miguel, también románico, y que según señala un folleto-guía es "la más grande pintura conocida en Francia del Arcángel". Adosada a la cabecera se alza la torre-campanario de siete pisos con arcos trilobulados. Aunque su inicio se remonta al siglo románico fue, empero, reconstruida enteramente en el siglo XIX.

      El claustro es un trasunto fiel del estilo bizantino e islámico. Aparte de ser un espacio de quietud y armonía arquitectónica, es lo más llamativo del recinto catedralicio. Fue erigido en las postrimerías del s.XI y comienzos del XII. Las arcadas del rectángulo se apean sobre pilares respaldados por columnas monolíticas exentas, que sustentan un mosaico de rombos multicolores (blancos, negos y rojos). La profusión de capiteles acogen en sus cestas un programa escultórico variopinto llamativo. La escena de la disputa de un abad y una abadesa por la posesión del báculo resulta ser uno de los más llamativos.
                                                         Claustro catedralicio
     
      Otro edificio románico de singular belleza no es otro que la iglesia de San Miguel encaramada sobre el peñasco de Aiguille, cual aguja de una catedral. Una portada marca el principio de la ascensión de 268 escalones hasta acceder al umbral de la singular fábrica. No es de extrañar que el escritor romántico, Prosper Merimée, definiera la iglesia como "especie de joya arquitectónica". La portada se abre con un pintoresco arco trilobulado decorado con follajes y rombos de colores vivos. Su interior se configura de forma circular, adaptándose a la cresta del peñón. Existe -a pesar de sus exiguas dimensiones- un deambulatorio.
                                                              Capilla de San Clair
    
      Finalmente, junto al peñón se ubica otro de los edificios del siglo XII, al que los apasionados románicos no dejarían de resaltar su originalidad. Me refiero a la capilla de San Clair. De modesto tamaño, la nave adopta la forma de octógono, cubierta por una cúpula y acabando la cabecera en semicírculo. Detalles fitomórficos y figurillas ornan los capiteles del recinto religioso.

Texto y fotos: Javier Pelaz. Santander




 
 
           
 
 

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