viernes, 14 de febrero de 2014

HITOS ROMÁNICOS EN LA "VIA PODIENSIS": de LE PUY-EN-VELAY a AUBRAC

      Si en mi anterior crónica describí de forma sucinta los monumentos románicos de la ciudad de Le Puy, antes de emprender mi andadura por el antiguo camino compostelano, otrora conocido como Via Podiensis, a continuación voy a describir -a guisa también de cuadro suntuario- los más sobresalientes edificios románicos jalonados a lo largo de un tramo de más de un centenar de kilómetros que discurre desde Le Puy hasta Aubrac.
    Ermita de San Roque
 
      Las fábricas románicas emplazadas en el trayecto son como balizas pétreas que indican al caminante la dirección correcta. Éste se irá topando con un conjunto de edificios variopintos como: humildes ermitas apostadas al borde del camino, capillas de aldeas sitas en parajes agrestes, torreones en altozanos rocosos e iglesias bien macizas en capitales de concejo. En unos casos serán de granito, en otros de basalto, según si uno discurre por los montes de la Margeride o de Aubrac, respectivamente. Los tejados de muchos templos, si no la mayoría, están cubiertos por lauzes, placas de basalto recortadas y dispuestas, cual escamas de un ofidio. Son su sello de identidad.
 
      En la localidad de Saint-Cristophe-sur-Dolaison, a 900 metros de altitud, lo primero que se divisa es la espadaña de la iglesia, resaltada con cuatro troneras rematadas con piñones. El edificio es del siglo XI. Llama la atención el color rojizo de sus muros de brecha volcánica. La portada es de arco doblado con un par de arquivoltas. Una torre cilíndrica se adosa a los pies. En el exterior del muro meridional se abren tres llamativos arcosolios. La planta es de una sola nave con bóveda de cañón. El arco triunfal es de medio punto asentado sobre columnas exentas rematadas con capiteles ornados con detalles vegetales. El ábside, de bóveda de horno, está recorrido por seis arcos de medio punto, algunos de ellos ciegos.
                                                       Saint Cristophe-sur-Dolaison
 
      Más adelante, antes de recalar en la aldea de Montbonnet, surge en un claro del bosque la ermita de San Roque. Fue edificada en el siglo XII. La construcción es compacta con espadaña de tres troneras. En el interior, los estilos se yuxtaponen: el arco triunfal es mitrado, el crucero está abovedado de ojivas cuando la nave es de bóveda de cañón.
 
      Sobre un promontorio y dentro de un recinto amurallado se erige la iglesia de Saint-Privat d´Allier. Es de planta basilical, cuya nave central se divide en cuatro tramos cubiertos de bóvedas de aristas. Éstas recaen sobre pilares macizos rematados con capiteles con decoración vegetal. El ábside es de siglo XII, ornado con una serie de arcadas de medio punto que se apean sobre columnas rematadas con capiteles de hojas de acanto muy detalladas.
                                                               Saint-Privat de Allier
      Tras un camino muy sinuoso y en cuesta se llega a la aldehuela de Rochegude sobre una cota  de 967 metros, en donde se levanta la ermita de Saint-Jacques, sólidamente anclada sobre una roca y al borde de un talud en caída libre sobre el río Allier. Junto a ella permanece en pie el donjon del antiguo castillo. Es un paraje de apacible belleza.
                                            Ermita de San Roque de Rochegude
 
      En la villa de Sauges se yergue la colegiata de Saint-Médard en la que aún quedan restos románicos de la primitiva fábrica del siglo XII: el campanario-porche octogonal y los capiteles como las columnas del lado derecho de la nave. Lo más sobresaliente es una talla policromada del siglo XII de la Virgen sedente con el Niño con cara de adulto.
 
      Como centinela permanente de la inmensa planicie de la Margeride la torre de La Clauze, del siglo XIII, sobresale encastrada en una roca de granito, a corta distancia de la aldea de Grèzes. Tiene forma octogonal con leve inclinación hacia la izquierda.
                                                              Torre de Clauze
 
      Tras de dejar atrás un largo recorrido de efecto tobogán, a más de mil metros de altitud, aparece la localidad de Saint-Alban-sur-Limagnol. La iglesia está fechada en el siglo XII. Lo más importante a reseñar del exterior es la cabecera con arcadas armoniosas bajo un techo redondeado. En el interior, la nave, en cañón, está dividida en cinco tramos. El ábside con bóveda de cascarón se ilumina con cinco ventanas en derrame a las que rodean bellas arcadas de arcos de medio punto asentados en columnas con capiteles grabados con grifos, sirenas y un centauro apuntando con un arco.
 
      Caminando por parajes salpicados con caprichosas formaciones graníticas y continuas ondulaciones del terreno se recala en la localidad de Aumont-Aubra. Lo único que permanece románico aún en la iglesia de Saint-Etienne es el ábside con capiteles fitomórficos.
 
      En cambio, la iglesia de Nasbinals, cabecera del concejo, es una de las más interesantes del trayecto. Su construcción comenzó en las postrimerías del siglo XI. Sobresalen los sillares de granito oscuro de sus muros exteriores. Otra de las características que la define son los siete arcos de medio punto del ábside y el sólido campanario octogonal . La portada es abocinada con arquivoltas apeadas sobre capiteles iconográficos, como la lid entre dos guerreros: uno con lanza en ristre, el otro con arco.
                                                           Iglesia de Nasbinals
 
 
Mi tramo del camino acaba en la localidad de Aubrac. De su antiguo monasterio-hospital, comenzado en 1120, sólo queda en pie la iglesia. La historia de la edificación del complejo es bastante curiosa. Un noble flamenco, de nombre Adalard, se dirige en peregrinación a Santiago de Compostela. Informado de la peligrosidad que entraña viajar por estos pagos promete si volviera sano y salvo del peregrinaje construir un refugio para caminantes. Al atravesar los montes inhóspitos de esta zona fue asaltado, a la ida, por unos bandidos y, a la vuelta, sorprendido por una tormenta de nieve. Como de ambos sucesos salió ileso volvió al lugar para satisfacer su deuda. Fundó, por tanto, un monasterio-hospital dedicado a la Virgen de los Pobres, para acoger, alimentar y cuidar a toda clase de personas. Aún se conserva en la iglesia la campana que en los días de niebla y nieve guiaba a los viajeros perdidos por estos andurriales. Era conocida como: “María, la campana de los extraviados”.
 
                                                                         Aubrac
 
Texto y fotos: Javier Pelaz. Santander

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