sábado, 8 de febrero de 2014

CRÓNICA DE LA VI JORNADA DE SENDERIMO ROMÁNICO EN TORNO AL MONASTERIO DE SANTO TORIBIO DE LIÉBANA

      Tiempo de crisis, tiempo de dudas: gasolina o gasoil, dieta o caramelos, románicos o románticos, subir a Cueva Santa o a la ermita de San Pedro.
 
      El 25 de Junio hicimos una visita a los eremitorios que surgieron en torno al monasterio de Santo Toribio de Liébana, en monte La Viorna.
 
      El calor apretaba, las moscas nos rodeban y los lugares que queríamos visitar estaban escondidos entre las encinas al final de "pindios" caminos. La ilusión por ver estos restos pudo más que las dificultades, y tras mucho sudor y alguna parada, pudimos descansar junto a los muros de Cueva Santa (a la que llegamos siguiendo las indicaciones de un dudoso cartel sujeto a un árbol con una cuerda roja).
 
      Sólo una pareja de valientes pudo disfrutar del encanto de las ruinas de la ermita de San Pedro, aún más escondida.
 
      La ermita de Santa Catalina, que acoge el Centro de Interpretación, la de San Miguel, Congarna... más accesibles, mejor conservadas, ofrecen además una preciosa vista del macizo oriental de los Picos de Europa.
                               
 
      El intenso calor, protagonista de la mañana, fue estupendamente combatido con la auténtica sidra asturiana que nos trajo Cristina elaborada por su familia.
                                                   Ermita de Santa Catalina
      Cuando superamos fuerzas, fuimos al encuentro de Pilar, que nos esperaba en la iglesia vieja de Potes para guiarnos a través de los Beatos. En esta visita disfrutamos con las miniaturas de muchos artistas anónimos y reconocimos el trabajo de la "monja". En este espacio Juan Antonio pudo fotografiar interesantes miniaturas inspiradas en el Libro de Daniel.
                                                                  Mirando el plano
      En la exposición de la Torre del Infantado pusimos a prueba lo aprendido, jugando como niños en la recreación del mundo del Apocalípsis.
                                                           Descansado a la sombra 
      Camacho hizo su selección, y entre jamones y quesos, Norman y Daniel, psicóticos y apócrifos, siempre nos quedará la duda: si la romántica Susana fue casta o tuvo dos amantes.
                                               Comiendo en la explanada del monasterio
 
Texto: Carmen García y Juan Calero. Santander
                                             Escuchando las explicaciones de Pilar

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