domingo, 5 de enero de 2014

UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA AL MONACATO DE SAN ANTOLÍN DE BEDÓN (2ª Parte)

En Asturias los monjes no se distinguían mucho de los laicos en el aspecto económico-social, incluso en la vida matrimonial  y los hijos. Durante los siglos XI y XII la nobleza inferior, al igual que ocurría en el resto de Europa, fundó muchos monasterios modestos vinculando una buena parte de sus patrimonios inmobiliarios, como reflejo y refuerzo de su ascenso al gobierno local. Fue entonces cuando también se extendió la difusión del culto de san Antolín entre las clases altas astur-leonesas reflejando la apertura, por parte del monarca Fernando I (1035-65), a corrientes religiosas francesas.
 
El conde Muñazán era un noble de la Casa de Aguilar, fundada por su padre Rodrigo Álvarez. Entonces el concejo de Llanes se denominaba Territorio de Aguilar, posiblemente ya era así desde el siglo XI y, desde luego, en la primera mitad del siglo XII. El sepulcro de la iglesia de San Antolín muestra el águila en cenefa continuada y su suntuosidad propia podría indicar que era probablemente la del fundador, colocada al lado del Evangelio, según cuentan los antiguos visitantes (3).
 
 
                                   Sarcófago con los escudos de la Casa de Aguilar
 
Para asegurar el abastecimiento del monasterio el fundador procuraba la instalación  del centro monástico en lugar especialmente apto para el aprovechamiento agrícola, ganadero y piscícola, y con agua bundante para sus molinos y herrerías , factores estos claramente aplicables a San Antolín, que además se situaba en un enclave ameno. La dotación habría comprendido una explotación central y un conjunto de bienes raices más o menos alejados, que muchas veces incluía también siervos y animales. Las relaciones entre el patrono y su comunidad monástica mostraban frecuentemente un respeto mutuo y aún íntimo. Muchos monasterios dasaparecieron cuando la familia no pudo sostenerlos, pero evidentemente no fue el caso de San Antolín, que construiría icluso una iglesia nueva, seguramente debida a la relevancia de sus patronos y a sus importantes recursos económicos.
 
 
                                     Escudo de la Casa de Aguilar en el frontal del sacófago
 
Monasterios asturianos como San Antolín constituyeron patrimonios colectivos familiares, cuyas propiedades y control se mantenían indivisos, cuya posesión se transmitía muchas veces por herencia o entre vivos y con continuidad familiar de donaciones. Éstas se entregaron con reserva de usufructo vitalicio, de modo que quedaban aseguradas las necesidades materiales del donante e incluso su residencia principal o de retiro dentro del monasterio, a veces con toda su familia y servidumbre. El objetivo del donanante era evitar la fragmentación de sus bienes en el momento de la herencia, que a la larga resultaría totalmente fallido, a la vez que sustraerlos a la potestad y la fiscalidad episcopal, conseguido al menos de manera parcial. Rebasada ya la Baja Edad Media las donaciones piadosas disminuyeron e incluso a partir del 1180 la pequeña nobleza, endeudada, acudirá a los monjes para obtener préstamos hipotecarios.
 

                                                                  Portada meridional
 
Aunque el fundador o benefactor de una comunidad monástica podría tener motivaciones económicas o sociales, su donación siempre tenía una base espiritual. Según una versión de la leyenda  del conde de Muñazán, éste levantó el monasterio de San Antolín y allí se retiró del mundo arrepentido de haber asesinado una joven y su prometido, tras haber intentado el rapto de aquélla.
 
Los nobles, propietarios rurales, burgueses y hombres de Iglesia donates creían que su bienestar temporal y eterno dependían de la acción de los monjes que ofrecían numerosas oraciones y misas por la salvación de sus almas y las de sus antecesores y sucesores. Así lo manifiestan, por ejemplo, los magnates benefactores de san Antolín Pedro Díaz de Nava en 1289 y Rodrigo Álvarez de Noreña 1331 (4).
 
Los monjes ofrecían y compensaban la salvaguarda de sus propiedades a través de sus votos perpetuos con oraciones y penitencias, a las que los laicos no podían practicar. También ofrecían una justificación de pobreza para los donates que tenían dudas espirituales sobre sus éxitos materiales y, además, podían especificar que los monjes desarrollasen una función asistencial entre pobres y transeúntes, en parte para manifestar sin duda también su magnificencia. Si los monjes no cumplieran con sus funciones y votos los donates o sus herederos podrían intervenir en los asuntos del cenobio para proteger su "inversión".
                                                                                                           (continuará)
 
Texto: Michael Wilkinson. Canterbury. Inglaterra
Fotos: Javi Pelaz
 
(3) Cfr. Vicente Pedregal Galguera, "El monasterio de San Antolín de Bedón", en Glosas a la historia de Llanes, Llanes (El Oriente de Asturias), 1999, pags. 7-12, pero también  se alude a que fue depositado el cuerpo de Diego Álvarez de Posada, sobrino del conde de Muñanza, nacido a fines del siglo XI (apud Mª. Pilar García Cuetos, Asturiensia Medievalia 8 (19995-96), pags. 263-289.
 
(4) Juan Ignacio Ruiz de la Peña, "El capítulo medieval de la historia del monasterio de San Antolín de Bedón", Bedoniana, I (1999), pag. 12.
 
 



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