lunes, 20 de enero de 2014

UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA AL MONACATO DE SAN ANTOLÍN DE BEDÓN ( y 8ª Parte)

     Las relaciones del campesinado con San Antolín, como fuente fundamental de ingresos y mano de obra, se regían por el mismo sistema de obligaciones aplicado a las grandes aplicaciones laicas, y seguramente seguían las líneas de otros ejemplos bien documentados.

    En un diploma de 1164 se documenta que los hombres del monasterio de Belmonte tenían obligación de trabajar cada uno dos días a la semana y, en tiempo de cosecha duranrte quince días, hacer el trabajo de dos hombres. En caso de abandono de la tierra la totalidad de los bienes del campesino pasaban al monasterio. Los dominios del monasterio de Corias se distribuían, en los siglos XI y XII, entre una parte explotada por las familias de siervos, otra trabajaba directamente  con el excedente de mano de obra de la población y el resto cedido en "préstamo".
 
   


   
                      Iglesia del antiguo monasterio de Santa María de Tina cercano al de San Antolín


    En el siglo XIII empiezan las donaciones en moneda y los monjes aumentan progresivamente los arriendos, cobrados en dinero o en especie por censos anuales (12). En los siglos XIV y XV se formalizan contratos forales para asegurar la percepción de rentas y contar con vasallos "fieles" a quienes acudir para exigir una "ayuda" en tiempos de hambre o cuando la presión fiscal del rey o del Papa les apremia. Durante la primera mitad del siglo XIV la inestabilidad política, densidad de población y condiciones climáticas desfavorables operantes en Asturias, hacen que el monasterio de San Vicente de Oviedo recorte la duración de los contratos para poder actualizar sus rentas. En la segunda mitad del siglo XIV y durante el XV, a causa del despoblamiento ocasionado por la Peste Negra, se frena esta política a favor de contratos forales, pagados mayormente en dinero que resultaría para el campesino más gravoso que en especie. Las crisis de subsistencia también hace que el campesinado enajene fincas al monasterio de Nava a fin de obtener dinero para poder proveerse de grano.

    La vida del campesinado medieval era sumamente precaria con absoluta división social respecto a los monjes y los anales monásticos reflejan muy poco interés por el pueblo llano. Éste a su vez miraba frecuentemente a los monjes con suspicacia, si no con hostilidad, quizás basada en la diferencia entre sus ideales profesos y sus comportamientos mundanos; más bien era el ermitaño su modelo de santón. Los pueblos de campesinos vasallos dieron lugar en el siglo XIII a núcleos de población que actuaban como nuevos centros de poder y contribuyeron  a esta hostilidad, forzando  el replantamiento de las relaciones de autoridad anteriormente indicadas. Un signo elocuente de los cambios sociales son las donaciones al monasterio de Nava que el campesinado empieza a efectuar con cierta asiduidad desde el comienzo del siglo XIV. Irónicamente la reacción contra los monjes continúa; por ejemplo, en 1413 los campesinos robaron ganado y causaron daños considerables al monasterio de Valdediós; como consecuencia, en ocasiones, se atenuaría el rigor de las prestaciones señoriales.

    Los monasterios documentados experimentaron también habitualmente conflictividad con la nobleza, a propósito de propiedades y, sobre todo, de rentas eclesiásticas, así como con los concejos, en torno a la distribución de las cargas sociales. Vicente Pedregal Galguera(13) se ha referido a las quejas de los monjes de San Antolín en 1404 contra de doña Theresa, viuda de Rodrigo Álvarez de Aguilar, y en 1401 contra Diego Fernández de Posada, caballero de Santiago, del que se piensa que fue enterrado en el sepulcro que se encuentra en la iglesia de Bedón.

 
 
    La posición de los monjes en los siglos XIV (segunda mitad) y XV frente a la turbulenta nobleza de la región es de clara inferioridad y ante la quiebra de la seguridad pública se ven forzados, con pocas excepciones, a entregar todo su señorío en manos de nobles que actúan como abades comendatarios a cambio de su protección.  Fueron personajes con pocos escrúpulos que no respetaban los derechos monásticos y usurpaban sus rentas  y propiedades. Es bien conocida la historia, ya en época de Carlos I, de Pedro de Posada que como abad de San Antolín de Bedón obtuvo Carta Real del Emperador (que seguramente allí se detendría en su recorrido de septiembre de 1517 al llegar a su nuevo reino) para legitimar la bastardía de su hijo y fundar él un mayorazgo, al cual luego concedió por precio irrisorio toda la hacienda del monasterio en foros perpetuos para él y sus descendientes(14).

    Desde mediados del siglo XIV la cristiandad medieval sufrió una grave crisis, como resultado de la Peste Negra y del Gran Cisma, agravada en Asturias por su aislamiento geográfico y la rudeza de la sociedad. Hubo un ocaso generalizado y lento de las órdenes de San Benito y del Císter como reflejo de una nueva sociedad que exigía otras funciones y servicios de la religión y favorecía al individuo a costa de la vida comunitaria. Las vocaciones monacales  y los patrimonios disminuyeron, como fue el caso del monasterio de Celorio que sostuvo costosos litigios y pleitos contra los Aguilar y otros poderosos del país en un intento de defender su hacienda contra una dispersión forzada, de manera que muchos cenobios pequeños desaparecieron. Don Gutierre de Toledo, obispo de Oviedo (1377-89) encontró en sus vistas "abades entregados a placeres cinegéticos, amancebados públicamente, vagantes por los caminos del país, desordenados en el hábito y la comida, inobservantes de las prácticas de la regla". En su Libro Becerro se constata que San Antolín "fue sujeto al abispo, que ha de visitar ya corregir el abad y convento", con el cumplimiento de todos sus mandamientos e impuestos. Pero hubo que esperar una reforma sustancial hasta la creación en otra época de la Congregación de Valladolid y la incorporación de San Antolín a la misma en 1531(15), según Bula del Papa Clemente VII a petición de varios caballeros del concejo de Llanes seguramente contrariados por su conducta. Para entonces San Antolín de Bedón era ya una sombra de lo que había sido entre los siglos XI a XIII y tardaría poco en extinguirse como abadía independiente al quedarse unido al también empobrecido monasterio de Celorio en 1543.

    Hoy nos queda solamente su iglesia, enmarcada en un entorno natural único, como evidencia muda de un mundo aparte que tuvo una importancia fundamental en el Oriente asturiano medieval y que hemos intentado captar, con toda su idiosincrasia y sus contradicciones, en el presente estudio.

Texto: Michael Wilkinson. Canterbury (Inglaterra)

Foto: Javi Pelaz. Santander

(12)    La penetración de la moneda en el medio rural fue resultado de la reactivación de la vida urbana. En el caso del monasterio de Valdediós pagos en especie representaban un cuarto o quinto de la producción campesina en el siglo XIII.

(13)    Citando documentos del Archivo de la Casa de Rivero de Llanes (op. cit. supra en nota 3).

(14)    Las relaciones de don Pedro atravesaron dificultades; en julio de 1523 se quejó de que le habían derrocado una casa suya en Posada y de que encontrándose enfermo en el monasterio, las autoridades le mandaron llevar preso a Oviedo (cfr. Mª Pilar García Cuetos en el artículo citado más arriba, nota 2)

(15)    Según José F. Menéndez, op. cit. pag. 10. Véase especialmente el estudio y la documentación editada por Miguel Calleja Puerta, "La unión del monasterio der San Antolín de Bedón a la Congregación de San Benito de Valladolid", Bedoniana, III (2001), pags. 19-32.
 
 

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