viernes, 17 de enero de 2014

UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA AL MONACATO DE SAN ANTOLÍN DE BEDÓN (6ª Parte)

Los monasterios tenían cocina y dormitorio para los huéspedes y la Regla exigía gran solicitud particularmente en la acogida de pobres y peregrinos. Aunque sus modos de caridad eran casi únicos en la sociedad medieval, el monacato no era altruista  y se enfocaba esencialmente de manera interna, en la creencia de que cuanto más difícil fuera la visa de este mundo mejor sería ganar el cielo. En el caso de San Antolín la acogida de peregrinos debió haber tenido cierta relevancia, al estar situado el monasterio al lado de la ruta jacobea costera recorrida con cierta intensidad desde el siglo XIII. Sabemos que San Salvador de Celorio mantenía un albergue importante. Los peregrinos habrían efectuado un enlace con el mundo ultrapirenaico, aunque sabemos que las corrientes innovadoras llegarían con retraso y sin el vigor genuino de los primeros momentos, y tal vez la incorporación de San Antolín y San Salvador a la orden de San Benito ocurrió en este contexto.
 
 
                   Al norte de San Antolín de Bedón y, a escasos metros, el mar Cantábrico y...
 
 
También la arquitectura de la iglesia de San Antolín, construida a partir del año 1205, según la inscripción fundacional(8), demuestra influencia foránea de los cánones de la orden del Císter, formulados en los sermones reformadores de san Bernardo de Claraval en su empeño en volver al monacato sencillo expuesto en la Regla.
 
El monasterio cistercienses de Santa María de Valdediós (Villaviciosa) fue contruido casi al mismo tiempo por el maestro Gualterio y se piensa que San Antolín fue obra de su taller.  Los arquitectos, normalmente borgoñones, solían pertenecer a la orden y viajaban por Europa manteniendo una alta calidad de trabajo, tanto en pequeños como grandes cenobios.
 
La iglesia de San Antolín, que afortunadamente podemos contemplar hoy sin elemntos posteriores distrayentes, representa "un curioso híbrido de soluciones típicamente románicas, icluso arcaizantes, con otras ya cistercienses y de anuncio del futuro gótico"(9). Así, por ejemplo, la mayoría de los canecillos son lisos, al gusto cisterciense, pero algunos muestran escenas de tipo juglaresco y cinegéticas, que recuerdan el aspecto folklórico del viejo románico, tan deplorado por san Bernardo, y quizás también referencia a la leyenda del encuentro milagroso con el jabalí del bien conocido cazador conde Muñazán.
 
                                                     al sur, la sierra de Cuera
 
Aunque la estructura de la iglesia es claramente benedictina, manifiesta la influencia cisterciense en austeridad interna decorativa, con motivos vegetales sencillos sólo en los capiteles, el tratamiento de la luz, sus aspectos protogóticos y su rigor arquitectónico con ausencia de la torre.
 
Los monasterios benedictinos de Villanueva de Oscos y Belmonte se adaptaron conscientemente a las constumbres del Císter y lo mismo podría haber ocurrido con San Antolín. San Bernardo quiso manifestar la estabilidad y sencillez de la Regla, tanto en la arquitectura como en la vida diaria. Las proporciones se basaron en un simbolismo espiritual y todo el conjunto se organizó en función del aparato litúrgico para mejorarlo acústicamente y evitar la distracción de los monjes. El simbolismo era uno de los principales directores tanto el canto gregoriano como de la arquitectura.
 
Así la iglesia de San Antolín no fue construida como objeto estético sino de  forma estrictamente funcional en una búsqueda de acercarse a lo divino. La piedra tenía que ser sin argamasa, pero muy bien colocada, y de forma original para predominar como símbolo de la pureza. La luz también tenía una importancia extraordinaria en  los preceptos para que tuviera un impacto general atenuado, de manera que oficiante y sacramento pudieran ser visibles.
 
Texto: Michael Wilkinson. Canterbury (Inglaterra)
 
Fotos: Javi Pelaz
 
(8) Analizada por Francisco Diego Santos, "Inscripciones del monmasterio de San Antolín de Bedón",Bedoniana (1999) pag. 23-24
 
(9) Véase Carlos Cid Priego, "Arquitectura románica (II)", en El arte de Asturias a través de las obras.Oviedo (La Nueva España), y especialmente el artículo antes citado de Mª Pilar García Cuetos que trata por extenso de su arquitectura.



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