sábado, 4 de enero de 2014

UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA AL MONACATO MEDIEVAL DE SAN ANTOLÍN DE BEDÓN (1ª Parte)

El presente artículo será necesariamente una aproximación debido a los escasísimos datos  históricos referidos al monasterio de San Antolín, al haberse quemado tempranamente su archivo (1).
 
Por lo tanto, se tratará de entresacar y extrapolar lo más relevante sobre el monacato asturiano y europeo para dar sentido y vida a sus piedras mudas, que hoy podemos contemplar. Al mismo tiempo, se intentará poner de relieve y contrastar los ideales y realidades del monacato medieval que se reflejan en la vida del cenobio como en sus relaciones con la sociedad laica.
 
Durante la Edad Media existía la creencia de que, dada la maldad del hombre, solamente podría salvarse siguiendo una vida muy devota y humilde. El mundo terrenal era considerado en declive y de poca importancia, de manera que solamente la eternidad tenía sentido. Ideologías tales ponían su énfasis en la estabilidad y obediencia en la sociedad, reservando únicamente a las élites socio-religiosas la posibilidad de una vida virtuosa, de la cual correspondían a los monjes dar el mejor ejemplo.
                                   Lado sureste de la iglesia de San Antolín de Bedón
 
 
La sociedad estaba compuesta -según escala de importancia- por oradores, o sea monjes, de la que constituían una porción minúscula, muy poca conocida por el resto de la población y que conectaban esa sociedad con el mundo divino; por otra parte, los guerreros, o sea la nobleza, que los protegen para ganar la eternidad; y por último, los campesinos que existían únicamente para abastecer a los demás.
 
Los extensos dominios territoriales de los monasterios asturianos reflejan y refuerzan  esta preeminencia. Sin embargo, desde el siglo XIII la sociedad empieza a cambiar como resultado del desarrollo comercial y urbano (tal es el caso de Llanes y otras villas asturianas) y los monjes, en su aislamiento, perderán paulatinamente posición frente a los frailes con su interés en la humanidad.
 
En los siglos XI y XII, cuando seguramente se consolidaba la presencia  del monasterio de San Antolín de Bedón, en el Oriente de Asturias, los monjes eran vistos como los únicos cristianos de verdad, que compensaban las deficiencias de los clérigos  y laicos con su lucha contra el mal y contra los enemigos sobrenaturales. Lo sagrado personal del monje también serviría de conexión con lo carismático o sobrenatural que dio origen al monasterio y, en caso de San Antolín, quizá cumpliría esa función la efigie del santo milagrosamente descubierta por el legendario fundador, el Conde de Muñazán(2). Si fallara lo sagrado del monasterio, todo el orden terrenal y de la Iglesia misma se pondría en peligro.
 
 
                                                 Hastial oeste de la iglesia
 
Los monasterios existían solos como islotes privilegiados cultural y económicamente dentro de un mundo muy inseguro. Su idea era fundamentalmente dejar de lado la sociedad en todo, salvo en lo estrictamente necesario, para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, pues estaban obligados a dar asistencia a los viajeros y a los pobres. Aunque en la práctica, y a pesar de repetidos intentos de reforma, su constitución, a través de donaciones, fundadores-benefactores y postulantes, hacían de los monasterios espejos del mundo en que vivían y reflejo de su conflictividad entre la búsqueda de la vida eterna y los bienes materiales.
                                                                                                                (continuará)
 
*Dado el carácter de este ensayo, renunciamos a consignar la abundante bibliografía utilizada, limitándonos a citar sólo aquellos títulos que atañen específicamente al monasterio de San Antolín. Las citas a la Regla de San Benito se hacen por la edición de la Abadía de Leyre del año 2000.
 
(1) Así lo consigna  Fray Gregorio de Argaiz que nos ofrece, de acuerdo con la "tradición de los asturianos", las noticias impresas más antiguas sobre Antolín de Bedón, cuyo texto (ed. 1675) puede verse ahora en Bedoniana, vol. IV (2002), pag. 17-19.
 
(2) "Sostiene (Argaiz) que su verdadero nombre era Munio Rodriguez Can (...) haciéndole hijo del conde Rodrigo Álvarez de Asturias, según papeles de San Vicente de Oviedo", citado por José M.ª Quadrado (Asturias y León), que sitúa su fundación a mediados del siglo XI. Jovellanos precisa la fecha exacta de 1032, mientras otras fuentes, incluido Fray Antonio de Yepes (1609), citadas por M.ª Pilar García Cuetos ("La iglesia de San Antolín de Bedón, obra señera del tardorrománico", Bedoniana, vol II. 2000, pag. 9) apuntan a finales del siglo X. Argaiz refiere otra leyenda del encuentro del Conde con el jabalí que dio origen a su fundación, examinada por X.C. Busto Cortina, "La leyenda de la fundación de San Antolín", Bedoniana, I (1999), págs. 15-21.
 
Texto: Michael Wilkinson. Canterbury (Inglaterra)
 
Fotos. Javi Pelaz
 
 
 
 
 
 
 
 

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