INTRODUCCIÓN
A LA SIMBOLOGÍA ROMÁNICA: LA PIEDRA*
En la tradición, la piedra ocupa un lugar
de elección. Entre el hombre y la piedra existe una relación estrecha. De
acuerdo con la leyenda de Prometeo,
el procreador de la especie humano, unas piedras conservaron el olor humano. La
piedra y el ser humano presentan un doble movimiento de ascenso y descenso. El
hombre nace de Dios y retorna a Dios. La piedra en bruto desciende del cielo;
transmutada, se eleva de nuevo hacia él.
La piedra en bruto es considerada como
andrógino. La androginia constituye la perfección del estado primordial. Cuando
es tallada, los principios se separan. Puede ser cónica o cúbica. La piedra
cónica representa el elemento masculino y la piedra cúbica el femenino. El cono
cuando está colocado sobre un zócalo, los principios masculinos y femeninos se
encuentran juntos. Frecuentemente se alude al menhir de los celtas, que lo
encontramos bajo la forma de campanario en las iglesias. Cuando el culto tenía
lugar en la piedra aquél no se dirigía a la propia piedra, sino al dios del
que se había convertido en su
residencia. Anotemos que, hoy en día, todavía la misa romana se celebra sobre una
piedra (colocada en una cavidad en el altar) en la que se encuentran insertadas
las reliquias de los santos mártires.
Menhir
Las piedras no son masas inertes; de esta
manera los béthyles parecen piedras
vivas caídas del cielo; permanecen animadas tras su caída. Lo encontramos en el
Zohar, en los comentarios del Talmud y en los Midraschim, los textos más
interesantes sobre las piedras. Tales explicaciones serían valiosas para
comprender el sentido de la piedra en la
época románica.
Debido a su carácter inmutable, la piedra
simboliza la sabiduría. Está frecuentemente asociada al agua. Así Moisés, al entrar y salir del desierto,
hace brotar una fuente golpeando sobre una piedra. (Exo, III, 6). Ahora bien, el agua simboliza también la sabiduría.
La piedra se relaciona aún con la idea del aceite y de la miel (cf. Deut., XXXII, 13; Ps. LXXX, 17; Gen.,XXVIII, 18). También es posible
vincular la piedra al pan. San Mateo habla de Cristo guiado por el
Espíritu en el desierto, y el diablo le sugiere convertir las piedras en pan.
"Bethyl" en el templo de Afrodita de Byblos
El término “béthyle”, del que veremos su
empleo a propósito de la visión de Jacob,
tiene el sentido en hebreo de “casa de Dios”. El sentido de Bethléem
(Beth-lehem), que significa maison de pain, está estrechamente aparentado con
Beth-el. Guillermo de Saint-Thierry, comentando
un texto del “Cantar de los Cantares”, según la Vulgata (II, 17), dirá que
Bethel significa la casa de Dios, es decir, la casa de las “vigilias”, de la
vigilancia, porque los que permanecen en ella esperan la visita del Esposo(1).
En su tratado sobre los “Grados de la humildad y del orgullo”, san Bernardo alude al alma que se duerme en la
dulzura de la unión divina. La vigilancia de su corazón le permite escudriñar
la verdad secreta que luego su memoria completará.
En el templo, la piedra es llamada santa,
no solamente porque ha sido santificada a través del uso de la consagración,
sino porque corresponde a su función, y responde a su situación de piedra. Está
en su lugar, en su sitio adecuado.
Hildegarden de Bingen
describe las virtudes de la piedra que son en número de tres: la humildad, la
palpabilidad y la fuerza ígnea. La virtud de la humildad la impide disolverse;
gracias a su carácter palpable, puede ser tocada; el fuego que está en sus
entrañas la hace caliente y le permite consolidar su dureza. Hugues de Saint-Victor estudia también
la triple propiedad de la piedra, y en el sermón sobre la consagración, dirá
que las piedras representan a los fieles “cuadrados y firmes” por la
estabilidad de la fe y la virtud de fidelidad.
Traducción: Javier Pelaz
* “Initiation à la symbolique romane”,
M.M. Davy. Flammarion. 1976
No hay comentarios:
Publicar un comentario