sábado, 25 de enero de 2014

INTRODUCIÓN A LA SIMBOLOGÍA ROMÁNICA: LA PIEDRA


                                   INTRODUCCIÓN A LA SIMBOLOGÍA ROMÁNICA: LA PIEDRA*

 

    En la tradición, la piedra ocupa un lugar de elección. Entre el hombre y la piedra existe una relación estrecha. De acuerdo con la leyenda de Prometeo, el procreador de la especie humano, unas piedras conservaron el olor humano. La piedra y el ser humano presentan un doble movimiento de ascenso y descenso. El hombre nace de Dios y retorna a Dios. La piedra en bruto desciende del cielo; transmutada, se eleva de nuevo  hacia él.

    La piedra en bruto es considerada como andrógino. La androginia constituye la perfección del estado primordial. Cuando es tallada, los principios se separan. Puede ser cónica o cúbica. La piedra cónica representa el elemento masculino y la piedra cúbica el femenino. El cono cuando está colocado sobre un zócalo, los principios masculinos y femeninos se encuentran juntos. Frecuentemente se alude al menhir de los celtas, que lo encontramos bajo la forma de campanario en las iglesias. Cuando el culto tenía lugar en la piedra aquél no se dirigía a la propia piedra, sino al dios del que  se había convertido en su residencia. Anotemos que, hoy en día, todavía la misa romana se celebra sobre una piedra (colocada en una cavidad en el altar) en la que se encuentran insertadas las reliquias de los santos mártires.

   







                                                                                   Menhir
    Las piedras no son masas inertes; de esta manera los béthyles parecen piedras vivas caídas del cielo; permanecen animadas tras su caída. Lo encontramos en el Zohar, en los comentarios del Talmud y en los Midraschim, los textos más interesantes sobre las piedras. Tales explicaciones serían valiosas para comprender  el sentido de la piedra en la época románica.

    Debido a su carácter inmutable, la piedra simboliza la sabiduría. Está frecuentemente asociada al agua.  Así Moisés, al entrar y salir del desierto, hace brotar una fuente golpeando sobre una piedra. (Exo, III, 6). Ahora bien, el agua simboliza también la sabiduría. La piedra se relaciona aún con la idea del aceite y de la miel (cf. Deut., XXXII, 13; Ps. LXXX, 17; Gen.,XXVIII, 18). También es posible vincular la piedra al pan.  San Mateo habla de Cristo guiado por el Espíritu en el desierto, y el diablo le sugiere convertir las piedras en pan.

                                                      "Bethyl" en el templo de Afrodita de Byblos
 
    El término “béthyle”, del que veremos su empleo a propósito de la visión de Jacob, tiene el sentido en hebreo de “casa de Dios”. El sentido de Bethléem (Beth-lehem), que significa maison de pain, está estrechamente aparentado con Beth-el. Guillermo de Saint-Thierry, comentando un texto del “Cantar de los Cantares”, según la Vulgata (II, 17), dirá que Bethel significa la casa de Dios, es decir, la casa de las “vigilias”, de la vigilancia, porque los que permanecen en ella esperan la visita del Esposo(1). En su tratado sobre los “Grados de la humildad y del orgullo”, san  Bernardo alude al alma que se duerme en la dulzura de la unión divina. La vigilancia de su corazón le permite escudriñar la verdad secreta que luego su memoria completará.

    En el templo, la piedra es llamada santa, no solamente porque ha sido santificada a través del uso de la consagración, sino porque corresponde a su función, y responde a su situación de piedra. Está en su lugar, en su sitio adecuado.

    Hildegarden de Bingen describe las virtudes de la piedra que son en número de tres: la humildad, la palpabilidad y la fuerza ígnea. La virtud de la humildad la impide disolverse; gracias a su carácter palpable, puede ser tocada; el fuego que está en sus entrañas la hace caliente y le permite consolidar su dureza. Hugues de Saint-Victor estudia también la triple propiedad de la piedra, y en el sermón sobre la consagración, dirá que las piedras representan a los fieles “cuadrados y firmes” por la estabilidad de la fe y la virtud de fidelidad.

Traducción: Javier  Pelaz

 

* “Initiation à la symbolique romane”, M.M. Davy. Flammarion. 1976

       

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