En lo que atañe a la construcción de la iglesia,
seleccionaremos un único símbolo, el de la portada. Las relaciones simbólicas
de la iglesia románica están unidas a la multiplicidad de los aspectos que se
refieren a la unidad transcendental tantas veces señalada en el curso de esta
obra. Podemos distinguir tres aspectos diferentes: cosmología, teología y
mística. La importancia de la portada es inmensa, puesto que es la que da
acceso a la revelación; sobre ella se refleja la armonía del
Universo. Temas del Antiguo Testamento y del Apocalípsis, como Cristo en
majestad y el Juicio Final, acogen al peregrino y a los fieles. Suger decía a los visitantes de Saint
Denis, que convenía admirar la belleza de la obra realizada, y no la materia de
la que había sido hecha la puerta. Añadía que la belleza, que ilumina las almas,
debe dirigirlas hacia la luz de la que Cristo es la verdadera puerta (Christus janua vera).
Portada de Santa María de Piasca (Cantabria)
En la arquitectura románica, la portada juega un papel
preponderante. Ella presenta una especie de síntesis, suficiente en sí misma,
para proporcionar una enseñanza. T.
Burckhardt ha insistido en la importancia de la combinación de la puerta y de
la hornacina. En ésta cree descubrir la
imagen reducida de la “caverna del mundo"; corresponde, según él, al
corazón de la Iglesia y llega a ser el lugar de la Epifanía divina, ya que
coincide con el simbolismo de la puerta celeste, a la que designa un doble
movimiento: el de introducir las almas en el reino de Dios, que prefiguran un
movimiento ascendente y el dejar, a la vez, descender sobre ellas los mensajes divinos.
Los monjes cluniacenses
innovarían la portada llenándola de imágenes tal como se ve en Charlieu, Vézelay, y en la catedral de Autun
y en otras muchas construcciones. Los maestros de obras de las primeras
iglesias cluniacenses heredaban una tradición decorativa. Deseaban menos crear
algo nuevo que perpetuar los recuerdos de la Galia romana y carolingia. Ahora
bien, entre las reminiscencias clásicas, la de los capiteles corintios, era la
más viva. Esta corriente principal de la tradición se inspiraba con frecuencia
en el arte de iluminar los “beatos”.
(1)“Initiation à la symbolique romane". Marie-Madeleine Davy. Flammarion, 1976
La Puerta... una vez la cruzas ya no hay vuelta atrás.
ResponderEliminarFelicidades por tu blog, otro "compañero" en el románico virtual.
Abrazines
Gracias y a ver si colaboras en el blog
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