miércoles, 29 de enero de 2014

CRÓNICA DEL XI SENDERISMO ROMÁNICO POR EL VALLE DE LEBEÑA

      La verdad es que cuando salimos de Santander no creíamos que la borrasca fuera a darnos una oportunidad.
 
      Pero aunque cayeran chuzos de punta e hiciera un frío que nos obligaba a llevar el forro polar hasta las orejas, el mal tiempo nos permitió uno de  los encuentros más agradables que puedan darse. Buena conversación, estupendo paisaje, comida sana... y delicias románicas para todos, a invitación de Amigos del Románico de Asturias y Cantabria.
 
     
                                                Cementerio de Cabezón de Liébana
 
      La vista comenzó en Santa María de Lebeña, con una lluvia suave que se hizo más fuerte y que, poco a poco, añadía paletadas de blanco en las cumbres que nos rodeaban. No es sólo que Lebeña sea una pequeña joya pre-románica, con esas armoniosas decoraciones vegetales en los capiteles de sus columnas adosadas. Es que tiene el tamaño justo, humano, para un templo encuadrado en tan grandioso paisaje. Es el canon anterior a las grandes necesidades del románico, producto de comitentes poderosos y necesitado por masas de personas de peregrinos en movimiento: un canon arquitectónico de influencia visigótica o, al menos "visigoticista" que sorprende por su sencillez.
 
      Hay que resaltar la forma en que nos explicaron sus detalles, con ese humor un poquito socarrón de la guía local, María Luisa. Hasta el calorcillo de la estufa, conspiró para hacernos sentir como en familia. Y qué decir de unos traguitos de sidra para celebrar el encuentro, en el pórtico, mientras la niebla iba y venía...
 
     
                                                   Capitel de Santa María de Piasca
 
      Por unanimidad y ante lo imposible de hacer la caminata programada a causa de la lluvia incesante, nos acercamos a Santa María de Piasca, que nos presentaba su pórtico a cual más rico y su interior, que algunos veíamos por primera vez. Admiramos el sorprendente capitel de la Adoración de los Magos, concebido a la manera de las procesiones, con su clérigo portador de la cruz y su ángel "raro", dirigiendo la comitiva. Nos sorprendieron también las tallas góticas que se encontraban en el interior. El conjunto de capitel-tallas góticas en madera dejaba un regusto extraño, porque tanto se compenetraban, pues las tallas son obras muy notables dentro de su estilo, como se repelían: la maestría del capitel frente a la belleza masiva y relumbrante del dorado gótico.
 
      Rodear la iglesia para admirar la portada meridional y sus parejas de artesanos ya tuvo lo suyo de desafío con aquella lluvia tan fría. El contraste, lastimoso, lo pusieron los capiteles y metopas que aguardan de Día de la Salvación en una nave aneja.
 
     
                                  Asistentes guarecidos en el pórtico de Santa María de Lebeña
 
      La visita-paseo hasta el pequeño cementerio de Cabezón de Liébana, que conservaba la portada de la antigua iglesia me recordó otros cementerios con portada románica: curiosa transformación de las naves de las iglesias en camposantos, lo que nos recuerda tanto el paso del tiempo y el avance de nuestro propio final, como la plasticidad de la presencia de lo Sagrado en el mundo rural.
 
      La lluvia nos obligó a replegarnos hacia la hora de la comida. Los garbanzos tiernos del cocido y el suave acompañamiento de carne rivalizaron con la amenidad de la conversación y las bromas... que continuaron a la hora del café. Creo que nos dio tiempo a arreglar gran parte de la Historia de España y de algunos paises cercanos, aunque en ello parece que tuvo participación el orujillo que se añade a las infusiones, al parecer antiquísima costumbre del país.
 
Texto: Carmen Leal. Madrid
 
Fotos: Javi Pelaz. Santander
 
       

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